sábado, 25 de mayo de 2013

Cosas de palomas





Dicen que son sucias, que están llenas de infecciones, incluso, que son verdaderos ratones alados, que no debieran estar cerca de las personas para evitar riesgos de contagios. Cómo no van a ser sucias si habitan a ras de suelo, ese que nosotros alborotamos y basureamos. Pero la limpieza, como la suciedad, son temas relativos. A pesar de su mala fama, las palomas mantienen diarias rutinas higiénicas al igual que cualquier mortal. Claro que puede que se desconcentren en la mitad y no terminen el proceso.
No se puede discutir que se toman su tiempo para picotear entre sus plumas con una sorprendente habilidad para alcanzar cualquier rincón de su existencia. Con una notable flexibilidad, digna de sólidas posturas de yoga, se doblan para llegar a esos lugares difíciles ubicados al final de su cola. Pero el proceso de limpieza se interrumpe con facilidad por esos ougrhuuu ougrhuuu que emite la coqueta paloma vecina, que con una seductora indiferencia desconcentra al palomo en su limpieza y reordenamiento de plumas. Su voluntad es frágil y, a pesar que conoce el ritual a cabalidad, no duda en acudir al llamado de la conquista emitiendo sonoros ougrhuuu ougrhuuu, esperando tener suerte y suspirando algo así como “un ufff menos mal que alcancé a acicalarme las plumas más que sea”.  

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